A las poetas les gusta hablar de la sangre, lo rojo: el vientre que se rompe, deshecho en coágulos… menstr-menstr-uando-ación. Les sienta bien, como a otros el vaso de alcohol y la puta en el colchón. Les gusta calibrar cuánto duele y calcular los gramos de ibuprofeno que hacen falta para matar el dolor; decir de la mancha roja que absorbe con impotencia la compresa o del tapón que contiene la marea. Sale de mí, va de mí, soy yo… rojo en el inodoro.
(“dantesco”, dije la primera vez, con una mezcla de espanto y de normalidad asumida – una premonición de la rutina – yo era muy libresca)
No sé por qué nunca hablan de lo más importante. Antes del rojo, los días en negro. El borde de la existencia.
(a las poetas nos gusta hablar de la sangre, lo rojo… nos sienta bien… etc.)
5 comentarios:
Del negro, de los días previos al rojo, sólo pueden hablar los poetas que los sienten. De todas formas no te fíes nunca de lo que te diga un poeta. Lo digo por si conoces a alguien que lo sea.
No te preocupes, yo tampoco soy de fiar: siempre me contradigo.
Entre el rojo y el negro pocas diferencias existen si uno es daltónico.
Recibe mis saludos, Ana.
El gran Stendhal algo sabía de colores. Y el gran Rafael Suárez también. Pero ¿sabías que los hombres también tienen días rojos y días negros? Otros. Ah, la vida. Ah, las tristes horas. No dejan de pasar, como si fueran coches.
Un beso.
Jaja, Paco, ojalá fuera daltónica entonces... Saludos recibidos, y gracias por pasar por aquí. :-)
Um, Piquero, del poema de Rafael me acordé después... fue totalmente inconsciente, ese eco. De los colores de vuestros días tendréis que escribir vosotros...
Un beso para ti y para los demás, ya puestos.
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