domingo, 13 de noviembre de 2011

Refranero, refranero...

Mi pequeño homenaje a este maravilloso hallazgo, una vez en una tienda de libros viejos. Y es un Sopena, como los que llevábamos al colegio cuando éramos niños, los niños de los 80. Aquellos diccionarios, con las láminas en color intercaladas que tenían las banderas del mundo, y el ciclo vital de las plantas, y cosas que ya no recuerdo. Ya tengo tarea para los próximos 4.000 días de mi vida...

martes, 25 de octubre de 2011

domingo, 16 de octubre de 2011

Impasse

Para un hombre que no se llama Josep
Impasse. Dónde estás, qué piensas. Cuando te afeitas, como Bernard en The Waves, te dices -mi J. said- como la gota que cae, ya no soy joven. Ya no eres joven. Qué piensas cuando te miras en el espejo todas las mañanas, todas las mañanas, la repetición eternificada, los ritmos de la vida tan bien establecidos y predecibles. Qué piensas. Piensas en mí cuando el agua de la ducha resbala cuerpo abajo y quizás tu polla que late expectante desde que te despertaste incrementa la intensidad del deseo, engorda lentamente mientras tus pensamientos vagan por los lugares comunes de nuestros encuentros. Allí la silueta de mi cuerpo, mis pezones rosados estirados, abierta de piernas, el coño mostrado, tus manos palpando mi cuerpo, arrancando la ropa, apretándome el coño... Así vienen, retazos desordenados, tu polla, mi coño, mi rostro cuando te corres, gemidos, el olor de mi cuello, un mordisco, el aguijón del placer, empujones.

Ya no eres joven, pero yo te amo.

 "American Beauty" de Thomas Newman, con imágenes de la "escena de la bolsa" de la película del mismo título

Sus días empiezan cuando todavía es de noche. La soledad se extiende inmensa por la red de metro mientras el vagón traquetea y él cabecea encima de su libro electrónico. 

Ma solitude je la connais allez je la connais bien... 

Me agarro a tu soledad, como algo entrañable de lo que querer salvarte. Nunca me dejaste entrar, tocar tu interior helado. Por eso te robo la soledad que imagino, por eso te condeno así cuando te escribo. Eres soledad, eres hielo. El hombre de hielo.

Cómo te disolvías en pasión, con esos besos que eran frenéticos y profundos... qué buscabas en el fondo de mi boca, en el fondo de mi culo... siempre a empellones de tu lengua o de tu polla. 

(la más absoluta belleza...) 

Eres el primero. Un primer amor.

domingo, 11 de septiembre de 2011

... y le dejé marchar

White Dog
I went for a walk on Hollywood Boulevard.
I looked down and there was a large white dog
walking beside me.
his pace was exactly the same as mine,
we stopped at traffic signals together.
a woman smiled at us.
he must have walked 8 blocks with me.
then I went into a grocery store and
when I came out he was gone.
or she was gone.
the wonderful white dog
with a trace of yellow in its fur.
the large blue eyes were gone.
the grinning mouth was gone.
the lolling tongue was gone.
 
things are so easily lost.
things just can’t be kept forever.
 
I got the blues.
I got the blues.
that dog loved and
trusted me and
I let it walk away.
Charles Bukowski

 The Beast, fotografía de Gueorgui (algunos derechos reservados bajo licencia Creative Commons 2.0)
[Perro blanco
fui a dar un paseo por Hollywood Boulevard.
miré hacia abajo y había un gran perro blanco
caminando junto a mí.
su paso era exactamente el mismo que el mío,
parábamos juntos en los semáforos.
una mujer nos sonrío.
debió haber caminado 8 bloques conmigo.
entonces entré en un supermercado y
cuando salí, él se había ido.
o ella se había ido.
el maravilloso perro blanco
con un asomo de amarillo en su pelaje.
los grandes ojos azules se habían ido.
la sonriente boca se había ido.
la lengua que colgaba se había ido.

las cosas se pierden tan fácilmente.
las cosas simplemente no se pueden conservar para siempre.

me puse melancólico.
me puse melancólico.
aquel perro me quería y
confiaba en mí y
 

yo le dejé marchar.]

sábado, 6 de agosto de 2011

Cuando era joven y soberbia (o La soledad del observador, la belleza de lo observado)


The Boy With The Thorn In His Side, The Smiths (1986)

Entiendo que escapo de los lugares llenos de gente. Que las sociedades discursivadas me dan ganas de echar a correr y si me quedo a echarles un ojo es para analizarlas textualmente y decidir si hay algo que me motive, textual o conceptualmente. Los discursos ajenos suelen resultar siempre pintorescos.

Yo no puedo abrazar discursos, unirme a "causas", las palabras me ponen los pelos de punta: "discurso crítico", "razón práctica", "pensamiento como arma".

(los que tienen alma de observadores; se les paraliza la lengua en la boca, se les atrofia)

Palabras como esas me encierran y me obligan, no me liberan. Están bien para otros, los veo florecer: profiriendo. Son admirables por ello, puede ser. Están en algo, y en consecuencia, acaban siéndolo.

(los que tienen alma de observadores; están en soledad: la soledad del observador. Y como se contraponen siempre a lo observado, acaban por desarrollar una actitud estética derivada de la contemplación incesante: la belleza de lo observado)

Y me pregunto si decir "los discursos de los demás" no es simplificarles, eliminar sus individualidades, si no es injusto que diga eso. No lo puedes leer todo y se te aparece como una masa informe de textos y textos, que comparten características lingüísticas, y al final deduces que se repiten, que se tienen que repetir, porque todas las sociedades discursivadas acaban repitiendo aquello que dicen, y al final sólo son discursos contra discursos, se puede dar apariencia de discusión, pero realmente sólo hay discursos yuxtapuestos. No siento mucha diferencia con el fan-fiction; después de mucho leer, esa ligera sensación ensoñada de repetición, de que se empiezan a repetir esquemas de contenido, frases, características. No tiene nada de malo, por lo demás, es terriblemente agradable, una sensación de previsibilidad y de que además queremos esa previsibilidad, porque queremos escuchar siempre la misma historia.

Yo no quiero intervenir. No quiero coger un discurso de prestado y hacer la intervención adecuada en sus términos. No quiero formarme en un corpus, quiero ser ignorante y vaga cuanto quiera. Bonita reivindicación, no la escucho a menudo en estos términos: el derecho a la ignorancia, a la vagancia, a la inoperancia. Ignorancia, porque quiero poder decir "no lo he leído", "no sé de qué va eso", "no me entero de nada". Vagancia, porque quiero estar quieta, no hacer nada, si simplemente no puedo o me hace daño. Inoperancia, porque no quiero "producir productos" y mucho menos "actuar". Y a partir de ahí, se verá.

And when you want to Live
How do you start?
Where do you go?
Who do you need to know?

Cómo empiezas, a dónde vas, a quién necesitas conocer. Y qué quiere decir esto para quién… Posiciones.

sábado, 30 de julio de 2011

Este invierno

Statue in the snow, fotografía de gadgetdan (algunos derechos reservados, bajo licencia Creative Commons 2.0)


A Esteban Casas, pues regresamos juntos aquella vez

Y entonces sentí un calor en las mejillas como nunca había sentido: una picazón en la epidermis que subía hasta los ojos para reventarlos de humedad. Me escapé y pensé: todo está perdido -y yo pedí, supliqué jamás jamás

Por supuesto que volvimos, dijo Biedma; esa es la verdad que destilamos como aplicados lectores: siempre se vuelve. O se regresa más bien. Lo otro son incursiones, escapes, en ámbitos desconocidos, o no propios, por ser más exactos. Se quieren rememorar; se quiere ir más lejos todavía y hacerle violencia a la "realidad", provocarla, accionar.

Pero él, lo diré ya por última vez, está hecho de palabra, para aquellos del mañana

Amén.

viernes, 29 de julio de 2011

Porque estuvimos allí, hubo que regresar...

Steel man silhouette 3, fotografía de pigsonthewinguk (algunos derechos reservados bajo licencia Creative Commons 2.0)


Conversaciones poéticas
(Formentor, mayo de 1959)

A Carlos Barral, amante de la estatua

Predominaba un sentimiento
de general jubilación.
Abrazos,
inesperadas preguntas de amistad
y la salutación
de algún maestro
-borrosamente afín a su retrato
en la Antología de Gerardo Diego-
nos recibieron al entrar.
Llegábamos,
después de un viaje demasiado breve,
de otro mundo quizá no más real
pero sin duda menos pintoresco.

Y algo de nuestro invierno, de sus preocupaciones
y de sus precauciones, seguramente se notaba
en nosotros aun cuando alcanzamos
el fondo de la estancia, donde un hombre muy joven,
de pie, nos esperaba silencioso
junto a los grandes ventanales.
Alguien nos presentó
por nuestros nombres, mientras que dábamos las gracias.
Y enseguida salimos al jardín.

A la orilla del mar,
entre geranios,
en el pequeño pabellón bajo los pinos
las conversaciones empezaban.
Sólo muy vagamente
recuerdo lo que hablamos -la imprecisión de hablar,
la sensación de hablar y oír hablar
es lo que me ha quedado, sobre todo.
Y las pausas pesadas como presentimientos,
las imágenes sueltas
del mar ensombreciéndose, pintado en la ventana,
y de la agitación silenciosa de los pinos
en el atardecer, captada unos instantes.
Hasta que al fin las luces se encendieron.

De noche, la terraza estaba aún tibia
y era dulce dejarse junto al mar,
con la luna y la música
difuminando los jardines, el Hotel apagado
en donde los famosos ya dormían.
Quedábamos los jóvenes.
No sé si la bebida
sola nos exaltó, puede que el aire,
la suavidad de la naturaleza
que hacía más lejanas nuestras voces,
menos reales, cuando rompimos a cantar.
Fue entonces ese instante de la noche
que se confunde casi con la vida.
Alguien bajó a besar los labios de la estatua
blanca, dentro en el mar, mientras que vacilábamos
contra la madrugada. Y yo pedí,
grité que por favor que no volviéramos
nunca, nunca jamás a casa.

Por supuesto, volvimos.
Es invierno otra vez, y mis ideas
sobre cualquier posible paraíso
me parece que están bastante claras
mientras escribo este poema
pero,
para qué no admitir que fui feliz,
que a menudo me acuerdo?

En estas otras noches de noviembre,
negras de agua, cuando se oyen bocinas
de barco, entre dos sueños, uno piensa
en lo que queda de esos días:
algo de luz y un poco de calor
intermitente,
como una brasa de antracita.

Jaime Gil de Biedma

sábado, 9 de julio de 2011

Y hay otra forma de verlo...

Eye Of the Beholder, fotografía de Viqi French (Algunos derechos reservados, bajo licencia Creative Commons 2.0)

He perdido mi identidad en tu retina.

lunes, 20 de junio de 2011

Paredes acolchadas: el mundo que nos

Fotografía de Roseline55 (Todos los derechos reservados)

Porque el mundo quiere las cosas que quiere, está esperando nuestros movimientos, pero si nos quedamos quietos es como si no existiésemos…

Y no, señores, no no nó… No más "poetas malditos", locos autoencerrados en su locura a fuerza de emparedarse entre discursos y contradiscursos, como una pelota, boing-boing, entre la psiquiatría y la antipsiquiatría, qué cómodas las habitaciones de paredes acolchadas que nos hacemos a veces, echando, echándole la culpa a los demás: al mundo ese que espera allá fuera, el mundo que nos encierra, el mundo que nos define, el mundo que nos aclimata, el mundo que nos abotarga, el mundo que nos oprime, el mundo que nos que nos…


No más, por favor. No decir de romper más límites que se ponen precisamente donde el mundo ése los puso y por decirlos decirlos en voz alta, caca, locura, suicidio, drogas, dar o darme por culo, etc. se quiere creer que se subvierten.


Y vienen los admiradores, que de todo lo hay, hablando de rebeldía…


Y mejor me callo la de veces que esto mismo se ha hecho antes, de la misma manera.


Hagamos una subversión desde una insospechada normalidad.

domingo, 8 de mayo de 2011

La exhibicionista


Gimme More, Britney Spears (2007)

Puta, bitch, une catin...


***
Es su deseo hipnótico, una mirada fija, despojándola de su intimidad.

***
El hilo de la mirada tirante: desde los tacones, la curva del talón, la línea que asciende medias arriba amoldándose a sus piernas, a sus muslos, el liguero tensado en el aire, la hendidura entre las nalgas, la espina de la espalda, la nuca caída, el pelo que recoge con su mano. Se deja mirar.

No necesita que la toque. Su mirada resbala, acariciando los hombros -lo agudo y redondo- homóplatos y costillas, las caderas que sobresalen, los pómulos de su culo -date la vuelta- los pechos redondeados, el pubis levemente abombado.


***
Gira el cuello, muéstrame. Siéntate, abre las piernas -y cada vez que cierra los ojos le pesan las pestañas, batiendo el aire, y se le entreabre la boca -hiperconsciencia de sí. Así.

***
Hay siempre un tú, un él. Eres/es la mirada que me va recorriendo, conformando el cuerpo, almohadillándose contra las redondeces.

***
Todo cuerpo cuando me mira. El peso de su mirada es imaginado, está en mi cabeza en verdad.

***
Puta, bitch, une catin...

Los nombres que tú me das son sólo palabras o no son sólo palabras: son tu manera de mirar-me, encerrarme.

***
Somos la pareja perfecta.

jueves, 21 de abril de 2011

Lo que una artista siente

Wanda Gag holding artist's palette, fotografía de la colección de la Minnesota Historical Society (Todos los derechos reservados)

"But now while she still looked, Mr Bankes had done. He had put on his spectacles. He had stepped back. He had raised his hand. He had slightly narrowed his clear blue eyes, when Lily, rousing herself, saw what he was at, and winced like a dog who sees a hand raised to strike it. She would have snatched her picture off the easel, but she said to herself, One must. She braced herself to stand the awful trial of someone looking at her picture. One must, she said, one must. And if it must be seen, Mr. Bankes was less alarming than another. But that any other eyes should see the residue of her thirty-three years, the deposit of each day's living, mixed with something more secret than she had ever spoken or shown in the course of all those days was an agony. At the same time it was immensely exciting.

(...)

She stopped; she did not want to bore him; she took the canvas lightly off the easel.
But it had been seen; it had been taken from her. This man had shared with her something profoundly intimate".
Virginia Woolf, To the Lighthouse

Amateur artist at work at easel, fotografía de la colección de la Minnesota Historical Society (Todos los derechos reservados)
[Pero ahora, mientras todavía miraba, Mr. Bankes lo había hecho. Se había puesto sus gafas. Había dado un paso atrás. Había levantado su mano. Había estrechado ligeramente sus claros ojos azules, cuando Lily, despertando, vio qué estaba haciendo, y se estremeció como un perro que ve una mano alzada para golpearle. Hubiera arrancado su pintura del caballete, pero se dijo a sí misma, Una debe. Se preparó para soportar la desagradable prueba de alguien mirando su pintura. Una debe, dijo, una debe. Y si debe ser vista, Mr. Bankes era menos preocupante que otro. Pero que cualesquiera otros ojos pudiesen ver el residuo de sus treinta y tres años, el depósito de la vida de cada día, mezclado con algo más secreto de lo que nunca hubiese hablado o mostrado en el curso de todos aquellos días era una agonía. Al mismo tiempo, era inmensamente excitante.
(...)
Se paró; no quería aburrirle; quitó el lienzo con ligereza del caballete. Pero había sido visto; le había sido arrebatado. Este hombre había compartido con ella algo profundamente íntimo.]

domingo, 27 de febrero de 2011

Marcas

Staple Bullets, fotografía de crysta_ling (Todos los derechos reservados)

Mi primera marca (o la segunda, pero la primera fue un acto de autoafirmación -esta también, es verdad). Otros se cogen la borrachera de sus vidas, se echan a caminar, se ponen al borde de la existencia: son sus maneras de simbolizar los cambios de estado, el paso del tiempo, o son simplemente unas extrañas ganas de regenerarse. Nada cambió, es cierto. Clac, hizo, como una grapadora en mi oreja, dos segundos o tal vez sólo uno. Un dolor puntiagudo, breve y aséptico. La nariz ensanchada momentáneamente por los efluvios del alcohol. Ya está, señorita. Tiene usted un agujerito nuevo en su cuerpo. Traspasada.


Es verdad que con cada segundo que pasa se banaliza; y al final, el momento más verdadero, más profundo o auténtico fue sólo ese microsegundo, fragmento de tiempo -ya pasó, ya pasó- escaso para degustarlo, para saborear el dolor. Clac, como una grapadora. Grampante.


Lo recordaré siempre, sin embargo. Será "mi agujero de": conmemorativo. La ocasión lo merece. Esa es la razón de que no pueda hacerme otro agujero de momento. Cada uno ha de tener su tiempo; la superabundancia sólo resultaría en su trivialización. No puede ser trivial traspasarte el cuerpo.

viernes, 4 de febrero de 2011

Florecer

Rose, fotografía de Cieleke (Algunos derechos reservados, bajo licencia Creative Commons 2.0)

"Suffering is unnecessary. But one has to suffer before he is able to realize that this is so. It is only then, moreover, that the true significance of human suffering becomes clear. At the last desperate moment--when one can suffer no more!--something happens which is in the nature of a miracle. The great open wound which was draining the blood of life closes up, the organism blossoms like a rose. One is "free" at last, and not "with a yearning for Russia," but with a yearning for ever more freedom, ever more bliss. The tree of life is kept alive not by tears but the knowledge that freedom is real and everlasting".
Henry Miller, Plexus.

[El sufrimiento es innecesario. Pero uno tiene que sufrir antes de ser capaz de darse cuenta de que eso es así. Es sólo entonces, además, que el verdadero significado del sufrimiento humano se vuelve claro. En el último desesperado momento -¡cuando uno no puede sufrir más!- algo sucede que tiene la naturaleza de un milagro. La gran herida abierta que drenaba la sangre de la vida se cierra, el organismo florece como una rosa. Uno es "libre" al fin, y no "con un anhelo de Rusia", sino con un anhelo de siempre más libertad, siempre más dicha. El árbol de la vida se mantiene vivo no por las lágrimas sino por el conocimiento de que la libertad es real y eterna.]